Al atravesar la puerta me he encontrado con un mundo nuevo,
desconocido y mágico. No es la primera vez que me ocurre, abrir puertas que
cambian nuevas formas de percibir y sentir las cosas es tan fácil como ir a una
casa ajena por primera vez, entrar en un restaurante nada más abrir que se
convertirá en tu favorito, o incluso atravesar una puerta de hospital.
En general las puertas cambian.
En el otro lado de la mía hay un patio interior, luego otra
puerta, luces titilantes artificiales y aire acondicionado, gente cansada, aburrida,
ilusionada, nerviosa… Puede que sólo
haya un grupúsculo tan pequeño como una reunión de mejores amigos alrededor de
una mesa en un café o tan grande como un aula de primaria atiborrada de niños,
pero los sentimientos siempre son múltiples.
Tres tipos de guías distintos tan estereotípicos que parecen
sacados de un libro escrito con prisas:
El señor inglés delgado con tripa incipiente, los ojos de un
azul eléctrico que empieza a apagarse, y con el pelo blanco algo largo y
curiosa barba del mismo color mezclado con el tono amarillento del tabaco y de
un rubio muy lejano.
El americano grande alegre y de piel oscura que pronuncia
las palabras de manera sonora y contundente.
La chica bilingüe de sonrisa eterna cuyos ojos brillan tras
unas gafas demasiado grandes para su cara pero perfectas en conjunto.
No sé qué tal me irá, no lo sé. No sé si esta nueva puerta
me deparará algo positivo o algo negativo, quizá ninguna, quizá ambas.
Sé que me quedan más puertas por atravesar.
Como a todos.
3 comentarios:
Mellon.
Ya lo he dicho tres veces...
:(
XDDDDDDDDDDDD
Blogger no me dejaba abrir la puerta a Moria XD
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