domingo, 23 de marzo de 2014

Sonidos de unos altavoces que no suenan


La música suena repetitiva en mis oídos, da igual el número de canciones que haya cambiado, sumado o borrado, las notas varían y sin embargo siempre es el mismo caldo de cultivo musical que no sirve más que para pensar en mí misma, para pensar en todo lo que me rodea.

Mientras esto ocurre mi cabeza vuela entre los compases de otra canción que no quiere ser escuchada.
A mi derecha un chico cabecea siguiendo el traqueteo del autobús, le imito durante un breve instante en el cual no pienso en nada más que en el vacío absoluto, en el cielo ya hace tiempo oscuro y en volver a casa. Pero mi breve coqueteo con el descanso se acaba cuando a través de la ventanilla distingo las calles y reconozco cuál es la mía, hacia dónde tengo que ir.

Mientras dudo sobre si debo o no despertar a mi acompañante para continuar con mi viaje me planteo la posibilidad de dejarme guiar hacia donde vaya el autobús y no pensar en nada. Sonrío distraída recordando momentos en los que las vías ni la carretera tenían fin y cualquier escala era una buena parada para sentarse coger un libro e ir donde las palabras te lleven, donde ni siquiera la música es capaz de llegar.

Sin embargo termino despertando al viajero durmiente, quien sonriente me deja paso y segundos después me imita saliendo del autobús al mismo tiempo que yo con cara de desorientado.

Mientras ocurre esto pienso en el camino que tengo marcado y me pregunto por esas pequeñas cosas tan cruciales y tan insignificantes a la vez, que desencadenan cuestiones que nunca serán contestadas, planteándome en el fondo inutilidades de las que se abochornaría hasta la más tonta de las adolescentes. Comeduras de cabeza que no producen más que migrañas y que sólo sirven para remarcar que soy insegura.

Puede que tal vez sólo sea ese dolor que me marca en la garganta recordándome que aún sigo aquí lo que me haga pensar así, escribir así.

Tengo tantos defectos como el más normal de los humanos, e incluso manejo algunos extra para complacer con falsa hipocresía al público más exigente que siempre pondrá pegas.

Tumbada sobre la cama aún vestida, mirando las gotas de gotelé pintadas en el techo de mi habitación y temiendo no volver a abrir los ojos si los cierro, me concentro en mantenerme despierta.

Sólo quiero hacer las cosas bien.


Sólo eso.

viernes, 21 de marzo de 2014

La chica a la orilla del mar


“No lo llames amor”

Sato e Isobe son dos adolescentes enfrascados en una relación física que a medida que avanza es más enfermiza y fría. Los sentimientos a flor de piel que suelen tener los adolescentes son abandonados en apariencia en un rincón para dar paso a la fría indiferencia y a las relaciones basadas en el simple sexo.
Sin embargo a través de este idilio tan extraño surge una serie de entramados sociales que van a explicarnos poco a poco por qué ocurre esto y hacia dónde va.

Frivolizar con los sentimientos.

No quiero hablar mucho más sobre el contenido del manga para no estropear la trama, pues creo que es una de esas historias que deben leerse sin saber apenas sobre ella.
Inio Asano, el autor de esta obra, juega con las emociones  de los personajes del manga y con los del propio lector a través de la historia, pero sobre todo lo consigue gracias a su precioso dibujo, el cual plasma perfectamente el desasosiego que se produce en varias ocasiones debido a la espiral descendente que viven ambos protagonistas.


¿Milky Way?

Este manga se publica en España bajo el nuevo sello de Milky Way Ediciones. A pesar de lo que pueda parecer la edición es muy buena, 2 tomos con sobrecubiertas y al precio de 8 euros. El papel es bueno, el precio está bien, sobre todo si tenemos en cuenta las ediciones de otras editoriales más veteranas. Si todo lo que publique esta nueva editorial va a ser así una servidora será fiel seguidora de la misma.

Sabor agridulce.

Me es muy difícil ponerle una nota a La chica a la orilla del mar, sin mezclar mis propios sentimientos con el manga. Es necesario que de alguna manera me cambie mis “gafas de cristales rosa” que suelen ver las cosas de manera positiva y me ponga otras de un azul claro como el mar que me permita plantearme la historia desde un punto de vista general. Es un regusto agridulce que deja.

Nota:
Un 8.

Lo mejor: El dibujo, simplemente perfecto.

Lo peor: ¡Quiero volverme a poner mis gafas rosas!


Anotación: No es un manga que llame la atención, pero es muy recomendable. Y que nadie se sorprenda si el manga tiene sexo explícito, que lo tiene.