domingo, 25 de marzo de 2012

La promesa del hada




Sentía la necesidad de contarle a alguien lo que le había sucedido, un hada, había visto un hada, un pequeño duendecillo alado que le había hecho reír hasta bien entrada la noche. ¿No decían las leyendas de los libros de la abuela que las hadas traían suerte donde aparecían? Lucía quería contarlo, quería hablar, quería hacer sentir a los demás como se sentía ella, feliz y dichosa por aquel encuentro con el ser fantástico.




Cierto que mamá le dijo que fuera a por leña sin entretenerse y que no la había cogido pero eso era lo de menos ¡Un hada, un hada! Aquella noticia haría olvidar todo lo que le habían ordenado.

Cierto que prometió a padre ir a comprar leche para su hermano con la moneda que le dio al hada pero ¡era un hada! La moneda brillante que entregó al ser valía todas aquellas risas e ilusiones que formaron parte de aquel día de juegos.




Cierto que el abuelo le había revuelto el pelo y le avisó de que no llegara tarde a casa. Pero un hada merecía la pena.




Se llamaba Prin y antes de marcharse le susurró al oído que ya no tenía que preocuparse de nada, que ya nunca lloraría por lo que le mandaban mamá o padre, que no volvería a ser la última de la familia por debajo de su hermanito Lucas, que el dinero ya no sería un problema. Estaba feliz, quería contárselo a alguien cuanto antes.




Las risas cesaron cuando vislumbró su casa al otro lado de la colina, el olor del humo le avisó, pero lo que realmente le paralizó fueron los llantos de su vecina Ana, la amiga de su mamá que le ayudaba a zurcir las prendas de padre cuando éste las estropeaba en el campo.




-Lo siento.- Lloró abrazando a Lucía.





Ésta paralizada, recordó las palabras del hada, quien cumplió su promesa agradeciendo la moneda de la niña.





Ojala nunca hubiese encontrado aquel hada.

--------


Al parecer todo lo que me ocurre es culpa del estrés, parece tan paradójico como divertido.

domingo, 11 de marzo de 2012

Abrazos y gatos


No sabía lo mucho que te echaba de menos hasta que no me has abrazado de nuevo. Aunque "sólo" nos conocemos desde hace cinco años.
Cómo crecéis...
Me encanta recordar la vida real.

Sonata

El mundo está tan lleno de colores que no sé por qué me obceco en que sólo existe el blanco y el negro.