El año se acaba ¿quién lo diría? Cientos de
proyectos que caen el olvido y otros que por arte de magia resurgen y se
mantienen a flote como si alguien más importante que yo los hubiera orquestado.
Últimamente pienso en que estoy descuidando
mi escritura, tanto analizar la de los demás que no me da tiempo a mimar la mía,
cuidándola tanto como se merece. No es que yo sea una experta escritora, pues
de ser así ya habría vendido mi primer gran best-seller y ahora mismo estaría
sobrevolando algún lugar en mi helicóptero privado. Sí, has leído bien, helicóptero
privado.
Pero ¿a quién quiero engañar? Lo momentos
viene y van, y aunque la escritura se mejora, claro que se mejora, necesita ciertos
cuidados que como he indicado arriba merecen cariño y constancia.
Otro tema que me he cuidado de intentar
mantener este año es el de la lectura, años de exámenes y trabajos agotadores
han logrado que la misma se haya convertido en un lujo y no una diversión como
debería. Los libros no se merecen leer sólo en el tren de viaje a ninguna
parte, si no una buena bebida y un sofá donde tirarse uno hasta que los hombres
grises se han apoderado de demasiado tiempo.
¿Y las amistades? Ay, (suspiro dramático). Si
he sido borde culpad a la Sheila de mi cabeza que actúa por impulsos, se llama
Kei, es malvada y dice demasiados tacos. No la juzguéis por ser muy directa,
ella sólo atiende a efectos prácticos.
El año se acaba. Y como hacía mucho que mi
blog necesitaba una de estas entradas que no dicen nada, aquí estoy.
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