Era un verano muy caluroso, tanto que en contra de lo que
suele ser mi voluntad decidí cortarme el pelo y recuerdo que cada vez que salía
a la calle tenía que ponerme una gorra porque si no me sangraba la nariz,
tantas veces ocurrió que pensé que se volvería una costumbre cada verano.
La aldea de mi padre, un lugar vacío, lejos de todo (el
pueblo más cercano está a unos 9 km), no tenía ni un solo niño con el que jugar
en aquel momento, excepto Mónica. Mónica era una chica a la que tenía de alguna
manera admiración, siempre estaba sonriendo, era muy mona, y
me caía bien.
Pasamos un par de días paseando de un lado para otro. Yo con mi fiel
gorra de ese verano. Y una tarde, recién terminada la obligatoria siesta de
esos lugares , sentadas en una mesa en uno de los dos bares de la plaza y con
ciertas nubes amenazando con tormenta
Yo estaba barajando las cartas, esa misma mañana por culpa
del tiempo tuvimos que quedarnos allí toda la mañana y nuestras mentes habían
quedado enganchadas al capítulo de Xena en el que descubre que está embarazada.
Por lo que mi mente estaba lejos de pensar que nos pondríamos a hablar sobre
libros.
Siempre me gustaron los libros de Stephen King, su narrativa
sencilla (a la que él mismo denomina Big Mac porque es barata, entra rápido, llena y deja una
sensación desagradable y de vacío al final), me cautivaba. Y entonces llegó la
pregunta.
-¿Te has leído “La Torre Oscura”?
Sentí cierto picor en la nariz con el olor de las Heraclio Fourier
gastadas entre mis dedos.
-No, -contesté tajante. –Ni si quiera lo conozco.
Colocando los brazos sobre la mesa y apoyando la cabeza
sobre ellos Mónica levantó la vista.
-Es el libro favorito de mi padre. –Dijo. –Es su libro
favorito, empezó a leerlo hace mucho tiempo, es una saga, todavía no se ha
terminado, creo que mi padre se ha leído los tres o cuatro libros que han
salido.
Decía muchas frases cortas seguidas, como si quisiera darme
toda la información posible en el menor tiempo.
Las piernas me colgaban en la silla. El olor a tabaco y a
carajillos inundaba el bar. Se oía el
sonido de mi abuelo metiendo varias monedas en la máquina para pedir un paquete
de celtas, me sorprendía que no fumase ducados, como mi padre.
-¿De qué va? –Pregunté. No es que estuviese muy interesada,
pero he de decir que el título tenía algo de mágico, de atrayente.
-Es de un hombre que hace un viaje para llegar a la Torre
Oscura.
Creo que me dijo algo más… Pero yo sólo me quedé con eso.
¿Qué quería hacer Stephen King con ese argumento? Siempre le doy vueltas a las
cosas curiosas que me cuentan. Creo que esa noche le di vueltas a aquello.
Desde entonces siempre tenía cierta admiración por ese
libro. Cada vez que lo veía sentía que lo necesitaba comprar… Pero era muy caro
y una colección de siete libros no me la podía permitir. Así que pasó el
tiempo.
Hasta mi vigésimo cumpleaños, ahí lo recibí desde el cariño,
pero no le haría caso hasta casi un mes después, cuando estaba limpiando mi
habitación. Si os soy sincera, abandoné completamente mis obligaciones, dejando
el trapo y el O’cedar a un lado e internándome por completo en las aventuras de
Roland de Gilead.
“El hombre de negro huía a través del desierto y el
pistolero iba en pos de él”
Quedé hechizada por esa frase y encontré la felicidad en ese
libro, tanto es así que cada nuevo ejemplar que ha llegado a mis manos tiene
una historia… Que tal vez algún día cuente. Por ahora sólo puedo decir que yo
únicamente compré uno.
Stephen King explicaba que había escrito la historia en un
papel que tuvo la suerte de conseguir de color verde… Que parecía mágico. De
alguna manera a mí me pasó lo mismo con el libro.
Aún no lo he terminado, apenas me quedan unas páginas para
terminar el séptimo, lo metí en la nevera, como Joey con “Mujercitas”. Y sólo he leído cuando las cosas han ido
realmente mal… Que han sido muchas.
¿Qué por qué escribo este post? Porque simplemente puedo… Y
porque ahora que tengo el 4.5 y la primera edición del primero, pienso que de
alguna manera la magia sigue.
1 comentario:
La magia siempre sigue, incluso cuando se acaba el polvo de hadas. Es cosa del ka.
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