La joven princesa bajó las escaleras y se fue a sentar en el trono. Mando traer a su consejero real.
Un anciano menudo y arrugado se acercó a ella con paso lento pero firme.
-"¿Qué quiere mi señora?"-dijo haciendo una reverencia.
La joven sintió un escalofrío al escuchar sus palabras, se hacía mayor e iba a ser la soberana de todo el reino, tenía que acostumbrarse a esas palabras.
-"Quiero que los guardias vigilen que todo el mundo sea feliz"- ordenó-" y quien incumpla esa ley que sea desterrado del reino."
-"Pero princesa"- señaló el consejero real- "eso no se puede hacer, en algún momento todos estamos tristes."
-"Yo me siento triste, y apagada, así que lo que necesito es gente alegre a mi alrededor."
-"Entonces llamaremos a juglares, traeremos a malabaristas, vendrán los mejores artistas de todo el reino."
La joven se calló, cabizbaja.
-"No quiero ser princesa"- terminó diciendo tras un largo silencio.
-"Pero es su destino, nació para gobernar."
-"Yo nunca elegí serlo"- suspiró. -"Lo único que puedo decidir es lo que hacen los que están a mi alrededor."
1 comentario:
Y veces ni eso...
Publicar un comentario